Derrocamiento de perón: resumen y consecuencias

El 16 de septiembre de 1955, el General Eduardo Lonardi lideró un levantamiento militar que resultó en el derrocamiento del General Perón, quien había estado en el poder durante una década. Tres días después, Perón anunció su renuncia a través de un comunicado transmitido por radio, justificándola como la única forma de evitar un derramamiento de sangre.

El 20 de septiembre, Perón se dirigió a la embajada de Paraguay, donde fue trasladado para embarcarse en una cañonera que lo llevaría al país donde solicitó asilo. Durante su gobierno, Perón construyó un régimen basado en el apoyo de las masas trabajadoras a través de poderosas organizaciones sindicales. Sin embargo, estas organizaciones sindicales se habían burocratizado y desempeñaban un papel central en el disciplinamiento del movimiento obrero.

Índice
  1. Las condiciones económicas y el deterioro de las conquistas obreras
  2. Los ataques contra Perón y el fin de su gobierno

Las condiciones económicas y el deterioro de las conquistas obreras

Los primeros años del gobierno de Perón fueron marcados por condiciones económicas excepcionales que permitieron ganancias sustanciales para las empresas y al mismo tiempo, logros significativos para los trabajadores. Sin embargo, a medida que cambió la situación económica en la década de 1950, se anunció una crisis que requería liquidar muchas de las conquistas obreras y aumentar la productividad del trabajo para garantizar las ganancias capitalistas.

El gobierno y las patronales contaban con la burocracia sindical como un poderoso instrumento para atacar los derechos de los trabajadores. A pesar de esto, los trabajadores defendieron sus conquistas incluso en contra de sus propios dirigentes sindicales. Algunos sindicatos se pusieron a la cabeza de sus propios reclamos sin esperar la aprobación de las direcciones sindicales nacionales.

Las comisiones internas y los cuerpos de delegados, que habían sido construidos por los trabajadores a lo largo de décadas de lucha, jugaron un papel crucial en la organización de huelgas y en la defensa de los derechos de los trabajadores. Sin embargo, las dirigencias sindicales mostraron su incapacidad para representar las necesidades del gobierno y las patronales, al mismo tiempo que aspiraban a controlar a los trabajadores.

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Los ataques contra Perón y el fin de su gobierno

La Iglesia, la reacción gorila y especialmente el imperialismo estadounidense tenían como objetivo derrocar a Perón para eliminar los sindicatos y abrir el país a la penetración extranjera. En junio de 1955, la Marina de Guerra lanzó un ataque contra el gobierno de Perón, seguido de una serie de ataques por parte de sectores de las Fuerzas Armadas.

El asesinato de hombres y mujeres que apoyaban a Perón y estaban dispuestos a defender su gobierno solo provocó una respuesta de conciliación por parte del General. Sin embargo, esta política de conciliación no logró calmar a los sectores que continuaron atacando al gobierno a través de los medios de comunicación.

Finalmente, el 16 de septiembre de 1955, un golpe militar destituyó a Perón del poder. A pesar de sus llamados a la resistencia, Perón no ofreció resistencia y aceptó los intereses de las clases dominantes y el imperialismo. Serían las clases trabajadoras las que enfrentarían los ataques patronales e imperialistas en los años posteriores durante la llamada resistencia.

El derrocamiento de Perón en 1955 marcó el fin de una era en la política argentina. Su gobierno, basado en el apoyo de las masas trabajadoras, se vio amenazado por las condiciones económicas cambiantes y la burocratización de los sindicatos. El derrocamiento fue impulsado por intereses internos y externos que buscaban eliminar los sindicatos y abrir el país a la influencia extranjera. Aunque Perón no ofreció resistencia, la lucha de las clases trabajadoras continuaría en los años siguientes en defensa de sus derechos y conquistas.

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